El politólogo Alberto Vergara ha escrito un ensayo sobre el cine peruano a través de tres películas. Una de ellas es la dirigida por Javier Corcuera y coproducida por LaMula, Sigo siendo, "en la cual la música y el agua del Perú dan forma a un bello ensayo cinematográfico". 

A continuación compartimos algunos fragmentos de su artículo, aparecido en la edición de setiembre de la Revista Argumentos, del Instituto de Estudios Peruanos:

"El lente de Sigo siendo no pretende atrapar al individuo sino a la cultura. Es una película genuinamente arguediana. La cámara de Corcuera parte en busca del Perú auténtico, y lo encuentra en las distintas tradiciones musicales del país y en el agua que da vida a la selva, la cordillera y a la costa del Perú. Es una película que busca navegar “los ríos profundos” de la nación. Ella se inicia con una escena que impone el que será el tono de la película: una mujer de la etnia selvática shipibo conibo aparece sentada sobre un árbol cuyas raíces imponentes se hunden en la tierra con decisión. La oímos cantar y hablar, escuchamos la lluvia caer pesadamente y, gracias a los subtítulos, sabemos que añora un tiempo cuando existía respeto, el tiempo de sus abuelos. La puesta en escena y la melancolía que la domina hacen del personaje casi una prolongación de las raíces del árbol, una escena preñada de inmovilismo. Al filmar el Perú, Sigo siendo privilegia lo inmutable, la cultura, la tierra, lo ancestral.

(...) Sigo siendo no es una película optimista, su tema es, más bien, el olvido. La música y el agua que dan vida a la película transparentan un país marcado por la incapacidad de recordar y, diría más, por la incapacidad de reconocer aquello que le es consustancial. Aunque la película se llama Sigo siendo acaso un título más preciso sería Sigo sobreviviendo, pues su talante es tan nostálgico que, en realidad, transmite la imagen de la paulatina derrota de cada tradición nacional. No importa de qué se hable, siempre se enfatiza que todo tiempo pasado fue mejor. Y ese pasado se eclipsa irremediablemente mientras el Perú oficial se niega a rescatarlo, a reconocerlo. El pecado original peruano es el olvido.

(...) Para Sigo siendo, evidentemente, la historia del Perú —y acaso habría que decir la de las naciones que pueblan ese territorio llamado Perú (todas las sangres)— es una larga continuidad. Una continuidad desfalleciente, abrumada por el olvido y la necesidad, pero, sobre todo, amenazada por el cambio. Los personajes pertenecientes a cada tradición musical observada (selvática, andina o costeña) regresan siempre a la nostalgia; “como antes no hay” dice una cantante criolla limeña. Se impone una melancolía preñada de desánimo —no es saudade, valga decirlo—. Aunque cada personaje importante de la película hace suyo este tono, es el violinista Máximo Damián quien encarna esta sobrevivencia de la tradición. “No vayas a cambiar por nada”, recuerda que le advirtió una vez su amigo y maestro José María Arguedas. Nos cuenta que su violín es como su papá y su mamá (no es como su hijo, déjenme anotarlo). Y la película se cierra con otro violinista, Andrés Chimango Linares, eximio y puro violinista del Ande, vendiendo helados en una playa limeña, con un uniforme amarillo, sin que ninguno de sus clientes perciba el destierro histórico que encierra el entrañable heladero violinista. Don Andrés es la continuidad de un país olvidado pero presente, y cuyo elemento ancestral no debe llevarnos a creer que está enclaustrado ni en el tiempo ni geográficamente, se trata, más bien, de unas raíces nómadas y asediadas: la pureza histórica del manantial andino parece peligrar ante el ajeno océano Pacífico.

(...) Sigo siendo es una película que asemeja al Perú humalista (Humala el candidato y no Humala el presidente, si hace falta aclararlo), la película le brinda voz a ese país que necesita de subtítulos para hacerse entender, una película que, en fin, intenta redimirlo con la consideración de un misionero que trocó las escrituras sagradas por una cámara: es una película sobre olvidados"


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