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Sigo siendo: cine y memoria

Una critica escrita por Sebastian Pimentel.

Publicado: 2014-08-16

Esta nota de Sebastián Pimentel sobre la función y construcción de la memoria en Sigo siendo se publicó en la revista Godard! (N° 34, Abril 2014). La reproducimos con su autorización. 

Sigo siendo: cine y memoria

Sigo siendo (Kachkaniraqmi) fue, sin dudas, uno de los estrenos nacionales más importantes del año pasado. Con esta película, Javier Corcuera logra ampliar sus apuestas y abrir un horizonte nuevo para el documental hecho en el Perú, y el cine peruano en general. A continuación, una primera exploración de su lenguaje y sus imágenes.

Por Sebastián Pimentel

Sigo siendo de Javier Corcuera, es una película peruana que crea memoria. La memoria, en Sigo siendo, tiene múltiples planos que se abrazan y logran un consolidado estético complejo y sólido. La pregunta que tendríamos que hacernos es cómo logra Corcuera hacer ese consolidado, desprendiéndose del peligro de los tópicos que lo amenzan.

Para empezar, hablemos de los niveles de la memoria. En primer lugar, tenemos el nivel de la fabulación, de lo que cuentan los personajes. Los músicos hablan de su vida, de su pasado, y, a la vez, concilian el recuerdo de su pasado con el viaje hacia el espacio o geografía hundida en el pasado. Más allá de la fabulación, de la evocación oral, está el viaje al lugar del pasado, que sería nuestro segundo nivel de afianzamiento de la memoria. Pero hay un tercer nivel, que es el más importante. Este es el nivel del entrecruzamiento de los caminos de los personajes, un entrelazamiento o trenzado que no solo es físico, sino, sobre todo, musical. La música siempre fue parte del cine, y, en este caso, tiene una función más notoria que en otras ocasiones.

Pero, ¿cómo funciona la música en relación con la memoria? Hablamos de una música que, gracias a un peculiar uso del montaje cinematográfico, surge desde el silencio, y hablamos de un silencio que surge desde la geografía y sus colores, sus elementos, agua, ríos, rocas, tierra, humus de la selva. El viaje encuentra la tierra, la tierra encuentra el silencio, y el silencio desprende el ritmo, la melodía, el ritornello. Y así una y otra vez. De la tierra al silencio, y del silencio al ritmo. Hablamos de un ritmo melódico, también, como la forma del filme, forma o ritornello que hace la sensación del filme. Pero, también, es la música que vuelve a la tierra y al silencio, para, luego, encontrar otra. La música se recrea en función al recuerdo del personaje, pero también en función a la memoria del espectador respecto de la historia o el personaje precedente, el silencio precedente. Historias y sensaciones que se diferencian pero, a la vez, se asemejan: se asemejan como confidencia de una huida personal y un secreto colectivo. Volvemos a un río, a una calle, a un pueblo, los senderos se bifurcan, pero siempre se reencuentran; transfigurados gracias a la puesta en serie, regresan a nuestra memoria cuando aparece un nuevo proceso que se asemeja, una confidencia que comparte el mismo deseo de “evocar” y hacer “renacer”, con la música, un espíritu que va emparentando a todos los personajes, que los recoge en el mismo río de imágenes.

Hay pues elementos imperceptibles que crean la sensación de Sigo siendo, que nos hacen escapar del cliché. Uno de ellos es la luz, una luz y puesta en escena de espacios abiertos, o de estancias cerradas que se “abren” con la luz. El estilo del filme busca una transparencia, un efecto cristalino, un discurrir diáfano que se va haciendo gracias al montaje y a la música. De lo opaco, a la transparencia luminosa, es un camino que vuelve a recorrerse. El montaje crea una fluidez, una especie de corriente de la que se desprenden ríos que tarde o temprano terminarán confluyendo. Por eso es, también, que la presencia de las corrientes de agua, en la película, no es meramente metafórica, sino orgánica, material, y sensible en varios niveles.

Otro elemento es el tono de confidencia, esa textura delicada, ese secreto que se desprende de los personajes, de su evocación. Es como si el personaje dijera: a pesar de todo, a pesar del olvido, de la ignominia, de la huida, del crimen, he preservado esta música, y regreso a la tierra o a la calle con la que se hizo posible un encuentro o acontecimiento del que surgió esta música. Es decir, en las entrevistas, los músicos, más que quejarse, o lamentarse, “abren” un secreto. A su vez, la música tiene la forma de la confidencia en un “espacio” que no solo es físico, sino que también es el de la intimidad. En Sigo siendo, la tierra es cósmica, pero también es íntima. Por ello, es preciso un silencio desde el cual “captar” el sonido del ambiente, la voz susurrante, y la música delicada que brota poco a poco. Por otro lado, todos los músicos van girando, en círculos superpuestos, hasta una confluencia que ya no es espacial --en el sentido de aparecer en el mismo espacio--, sino temporal, espiritual, íntima.

En este “sigo-siendo”, los espacios se unifican, confluyen, como un solo espacio del tiempo y de la intimidad. Por eso es que es importante que, en ningún momento, Corcuera permita que los personajes se reúnan en el mismo espacio. Eso haría peligrar la forma del filme, y también su contenido. Podría hacer retornar un cliché, el cliché del reencuentro. Si los músicos no se encuentran físicamente, es porque eso no es necesario, porque el espacio y el tiempo al que tienen que llegar es otro. El encuentro de los músicos se efectúa en un espacio del tiempo (pasado), en ese pasado que la película construye con sus tomas dilatadas, pero también con la fabulación evocativa o la rememoración oral, y con el viaje a un espacio, a un río, a una calle, a una ladera rocosa: todas locaciones de un pasado o una memoria que es, finalmente, “colectiva”.

Es, en este sentido, que Javier Corcuera afirma mostrar un país olvidado. Porque la película muestra una geografía que no es la turística, que no es el paisaje coloreado que se asemeja a cualquier postal. La película termina creando un paisaje múltiple que se recoge en la música, y que hace confluir la tierra quebrada, la cascada, el abismo de la selva, la montaña y el desierto costeño. Todas estas locaciones naturales se desbordan en los signos orales, en los afectos del rostro, en la propia música (y en el silencio que la constituye). Podríamos decir, así, que hablamos de mostrar un país “olvidado” en el sentido en que la maquinaria publicitaria lo ha olvidado. La “Marca Perú” pareciera constituirse en máquina de olvido, para solo inflar las imágenes de una “alegría” chirriante, de un tópico que lo que quiere es hacer olvidar.

En este punto, es que debemos decir, también, que la memoria del cine no tiene nada que ver con rendirle culto a la muerte, sino con celebrar la vida. Esta es una creación de memoria, pero también una memoria creadora. El cine como memoria es también un resurgimiento de vida.

Por último, una mención a otro detalle que hace la idea y sensación del filme. Cuando los músicos de Sigo siendo viajan al lugar del que desprenderán su música, hablábamos del silencio. Pero ese silencio debe ser comprendido también en otro sentido: es decir, ese silencio explica otras cosas. El silencio del que se desprende la música es el silencio cósmico, es el silencio como condición de posibilidad de la música, pero también es el silencio como despoblamiento. El despoblamiento de los lugares que se visitan habla de la muerte, del crimen, pero también de los fantasmas, de las voces idas. Hay un aspecto ritual, de ceremonia, de convocatoria de una vida después de la muerte en medio de todos los desplazamientos de los músicos. Convocan un silencio que es también un recuerdo, el de Amador Ballumbrosio, el de los artistas pobres, fallecidos y olvidados, que se conjugan con el recuerdo mudo de la violencia y del crimen. No hay que explicar la violencia o la muerte, porque esta habla desde las paredes, desde las puertas cerradas, desde los signos del despoblamiento y la clausura silenciosa de los espacios. Algo pasó, pasó la vida y la muerte, el lugar debió abandonarse, y lo que queda es esa estancia de donde resurgirá la música que le pertenece, así como resurge la vida que le pertenece: el agua, los ríos, las cascadas, el viento, la luz.

El trabajo con la memoria, en el cine, pasa, por último, en relación con los “otros”. Y los “otros” pueden ser músicos, como en Sigo Siendo. Javier Corcuera, el director del filme, habla de sí a través de los otros. Sería un error ver en Sigo siendo solo un registro antropológico, porque sería desconocer el complejo estatuto estético del filme. Si Sigo siendo se resiste a la catalogación genérica, se debe a que es una película tan “personal” de Javier Corcuera como cualquier otra película de ficción que pueda hacer Javier Corcuera o cualquier director. La voz del cineasta se expresa a través de las de los demás, y los demás se expresan a través de la urdimbre visual y sonora que el cineasta extrae de ellos. Es el cine como encuentro, como doble proceso. La memoria, finalmente, es tan personal como colectiva. La memoria es un encuentro, y es trabajo del arte hacerlo posible.


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Sigo siendo

Blog de la película que viaja por los mundos del Perú a través de la vida de sus músicos.


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“Sigo siendo (Kachkarinaqmi)” es una película de personajes, de personajes que son parte de un país.