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El periodista Raúl Tola escribe en su columna de La República sus apreciaciones sobre Sigo Siendo tras ver la película en Madrid.

Publicado: 2013-11-18

Por: Raúl Tola

Es noche de miércoles, y resulta imposible entrar a la Casa de América. Decenas de personas se apelotonan frente a la puerta de vidrio de su ingreso, en plena Plaza Cibeles. Poco acostumbrados a estas multitudes, algunos agentes de seguridad se esfuerzan por imponer cierto orden, con poco éxito. Consiguen por fin armar una fila entre los asistentes, y les exigen que no se atropellen, y que en todo momento muestren la contraseña amarilla que los autoriza a ingresar. 

Consigo pasar entre los últimos, y a un lado del recibo de este edificio magnífico encuentro una pequeña puerta azul, con la palabra «Cine» escrita encima. Entrego mi entrada al controlador, y paso.

El auditorio está lleno. Hay muchos jóvenes universitarios españoles, algunos sentados en los pasillos o las escaleras. También algunas personas maduras, que hablan con una tonada familiar. La expectativa puede respirarse en la sala.

De pronto se hace el silencio, y dos mujeres pequeñas y enérgicas ocupan el escenario. Agradecen al público por su asistencia con discursos brevísimos −una de ellas habla en quechua−, y ceden la palabra a un hombre, vestido muy informal, que ha pasado hasta ahora desapercibido. Las mujeres son Sara Van y Consuelo Jerí, y el hombre es Javier Corcuera, director del documental Sigo siendo, que ha causado esta conmoción en pleno corazón de Madrid.

Corcuera habla poco («Es la primera vez que hay reventa en una de mis películas», dice), y pronto las luces se apagan. Por fin puedo contemplar las primeras imágenes de esta película de la que tanto he oído y que tanto quería ver. Leo emocionado la frase de José María Arguedas que le da nombre, y sirve como hilo conductor a las múltiples historias de músicos peruanos que se suceden y enhebran: «Existe en el quechua chanka un término sumamente expresivo y muy común; cuando un individuo quiere expresar que a pesar de todo aún es, que existe todavía, dice: “¡Kachkaniraqmi!»

Sigo siendo es una película de una rara complejidad, que acepta múltiples visiones e interpretaciones. Plantea un viaje por todo el Perú a través de algunos de los cultores más soberbios de nuestra música −algunos fallecidos, como Chabuca Granda, Ima Súmac o Amador Ballumbrosio−, pero aunque una lectura superficial pueda sugerirlo, no es solo un documental sobre música. Personajes como el violinista Máximo Damián, el charanguista Jaime Guardia o el guitarrista Raúl García Zárate, interpretaciones como las de Susana Baca, Magaly Solier, Sila Illanes, Victoria Villalobos o Cristina Pusac, y testimonios como los de Carlos Hayre, Rosa Guzmán o Andrés «Chimango» Lares funcionan como piezas de un sutil rompecabezas. Cuando están todas puestas, lo que queda es un retrato muy fidedigno de nuestro país, con todos sus encuentros y desencuentros, toda su belleza y su fealdad.

Suelo desconfiar de los nacionalismos −los considero pretextos artificiales que inflaman las diferencias entre los hombres, y ojalá algún día consigamos superarlos−, y Sigo siendo no es un documental panfletario ni patriotero, mucho menos manipulador, pero al verlo es inevitable sentir un inmenso orgullo, por pertenecer a un país donde conviven tantas y tan variadas culturas, capaces de producir semejante arte. También por tener entre nosotros a cineastas con el talento y la sensibilidad de Javier Corcuera, capaz de presentarnos ese mundo vastísimo y desconocido en un documental emocionante y notable, que incluye algunas respuestas para esa pregunta tan compleja: ¿qué somos los peruanos?


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Sigo siendo

Blog de la película que viaja por los mundos del Perú a través de la vida de sus músicos.


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“Sigo siendo (Kachkarinaqmi)” es una película de personajes, de personajes que son parte de un país.