Por: Julissa Jáuregui 

El día de ayer en la Casa de América de Madrid se proyectó la película para la prensa, donde estuvieron presentes periodistas, fotoperiodistas y personalidades del mundo del cine. 

Creo que hace mucho no disfrutaba tanto. El viaje al Perú inmenso a través de las historias personales y artísticas de los protagonistas está hilado de una manera fabulosa donde lo que de pequeños nos enseñaron en el colegio, que el Perú se divide en costa, sierra y selva, como si una fortaleza inquebrantable las separaran queda como una idea básica y lineal. En esta película esas diferencias forzadas desaparecen para convertirse en diferencias dulces, entrelazadas de una manera armoniosa para mostrar su diversidad, riqueza y compás.

La película está cargada de historias entrañables como la del violinista, Andrés “Chimango” Lares, de regreso a su casa de Ayacucho. Cuenta que su madre murió cuando él apenas tenía un año y su abuela es quien lo crió. Entra a la habitación donde su madre le dio a luz, hay un baúl donde encuentra intactos objetos de sus primeros años, uno de ellos es un poncho de cuando era muy pequeño. Cierra el baúl porque quiere dejarlo todo exacto. Al lado hay una maleta sobre la mesa, la abre y coge una foto donde aparecen sus abuelos y su madre.

Todo los recuerdos en una habitación pequeña que evoca un inmenso amor a su familia, en ese instante de la fotografía en su mano, aparece Magaly Solier cantando en quechua “Coca Quintucha” acompañada por los nostálgicos sonidos del violín y el arpa. Se puede no entender el quechua pero el sentimiento que transmite la cantante con su voz, su expresión única y sus ojos profundos lo dice todo, no hace falta traducción ninguna.

La vida y arte del maestro violinista, Máximo Damián, está tejiendo toda la historia de esta película. Viaja a El Carmen para homenajear a Amador Ballumbrosio, es ahí donde está una de las imágenes perfectas, cuando los hijos y familiares del patriarca de los Ballumbrosio, van zapateando en dos columnas acompañados de la melodía del violín de Don Máximo camino al cementerio donde está enterrado. Zapateo firme y delicado junto al violín y las voces bajo un cielo entre tonos rojizos y naranjas. Luego el violinista ayacuchano retoma el viaje a Puquio.

La historia de Máximo Damián, es en cierto modo, la historia de la migración. Cuenta que llegó a Lima de niño, al igual que muchos de los protagonistas. Los que estuvimos en la sala nos sentimos identificados como migrantes que somos, reconocimos muy bien ese primer dolor de dejar la tierra. Rosa Guzmán con ese torrente de voz canta “Todos vuelven a la tierra en que nacieron…” y los que estuvimos presentes nos volvimos a emocionar.

Este sentimiento lo conoce muy bien una de las protagonistas, Sara Van, mujer valiente y comprometida con la lucha por la defensa de los derechos humanos. Salió del país a los doce años y radica en Madrid desde donde sigue amando al Perú. Van, interpreta la canción de la inmensa Chabuca Granda: “Cardo o Ceniza”. Lo hace de una manera única. La fuerza que agita con su voz desgarradora y sus movimientos firmes de cadera a derecha e izquierda acompañado de sus puños transmiten ese poderío que no podía faltar en la película.

Para cerrar por todo lo alto “Sigo Siendo”, Susana Baca irrumpe cantando “María Lando”. Pura elegancia, una auténtica dama descalza que en algunos momentos parece levitar bajo su vestido blanco y delicado.

Kachkaniraqmi “Sigo Siendo” es un canto a la vida, un canto al agua desde el amazonas en la voz mágica de Amelia Panduro, al canto de las mujeres de la sierra al lado de la acequia esperando a que llegue el agua, para más tarde desembocar en el mar, donde Andrés “Chimango” Lares toca el violín frente a esa inmensidad líquida.

Javier Corcuera ha conseguido una magnífica poesía, de cantos, imágenes, fotografías y silencios bellos. Nos ha emocionado, nos ha atrapado para volver a sentir con más fuerza el orgullo de venir de un Perú de todas las sangres como decía José María Arguedas.

Este es un regalo que nos hace el director, un regalo maravilloso, y regalos como este pasan pocas veces, por eso no hay que perder la oportunidad de verla, oírla y sentirla. No va dirigido únicamente a los peruanos, si no, a todos aquellos que amen el cine, la música, en definitiva, el arte y la belleza. A partir del 13 de noviembre se proyectará en la Casa de América. Vayan, para que comprueben que aún siguen siendo.

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